7 formas en las que dinamitas tu sistema nervioso (sin darte cuenta)
En este artículo exploramos desde una mirada de la psicología integrativa cómo muchos de nuestros hábitos cotidianos afectan profundamente al sistema nervioso. Ansiedad crónica, desconexión emocional, fatiga constante o hipersensibilidad pueden tener su raíz en prácticas que hemos normalizado. Descubre cómo estás saboteando tu equilibrio interno y qué puedes hacer al respecto.
Marina Garay
4/10/20254 min read


7 formas en las que dinamitas tu sistema nervioso (sin darte cuenta)
En la sociedad actual, vivimos en un constante estado de activación. El estrés, las preocupaciones, la sobreestimulación y la desconexión emocional se han vuelto parte del paisaje habitual de nuestras vidas. El problema es que, cuando normalizamos estos estados, pasamos por alto el desgaste silencioso al que sometemos a nuestro sistema nervioso.
Desde la psicología integrativa, entendemos que la mente, el cuerpo, las emociones y el entorno están profundamente entrelazados. Lo que haces, piensas y sientes tiene un impacto directo en tu sistema nervioso autónomo, esa parte de ti que regula funciones vitales como la respiración, la digestión, la frecuencia cardíaca y las respuestas al estrés.
En este artículo vamos a profundizar en siete formas comunes —y muchas veces invisibles— en las que puedes estar saboteando tu sistema nervioso, y qué alternativas puedes empezar a practicar para restaurar tu equilibrio interno.
1. Vivir en estado de hiperproductividad constante
La cultura del "hacer, hacer, hacer" ha glorificado el estar siempre ocupados. Se nos ha vendido la idea de que descansar es sinónimo de pereza, y que valemos por lo que producimos.
Pero tu sistema nervioso no está diseñado para la activación crónica. Estar en “modo simpático” (lucha o huida) de forma continua provoca un agotamiento de los recursos físicos y emocionales. El cortisol se eleva, el sueño se altera, la digestión se detiene y la ansiedad se vuelve parte del día a día.
¿Qué hacer?
Introduce microdescansos. Aprende a estar sin hacer. A veces, simplemente mirar por la ventana, respirar conscientemente o estirarte puede cambiar por completo el tono de tu sistema nervioso.
2. Dormir mal (y normalizarlo)
El sueño no es solo una “pausa”; es un proceso reparador en el que tu sistema nervioso se reorganiza, limpia desechos neuronales y procesa emociones. Dormir poco, mal o con interrupciones constantes tiene efectos devastadores a nivel cognitivo, inmunológico y emocional.
Además, muchas personas se han acostumbrado a no dormir bien y no lo relacionan con su irritabilidad, su ansiedad o su sensación de estar “desconectados”.
¿Qué hacer?
Cuida tu higiene del sueño: establece horarios, evita pantallas antes de dormir, crea un ambiente propicio y escucha a tu cuerpo. Dormir es un acto radical de autocuidado.
3. Comer de forma desconectada
El sistema digestivo está íntimamente conectado con el sistema nervioso central a través del nervio vago. Comer rápido, sin presencia o bajo estrés puede alterar no solo la digestión, sino también tus niveles de energía y tu estado emocional.
Comer de forma desconectada es una forma de “autoabandono” que envía al cuerpo un mensaje de urgencia y desconexión.
¿Qué hacer?
Practica la alimentación consciente. Mastica lentamente, observa los colores y sabores, haz pausas. Cada comida puede ser una oportunidad de regular tu sistema nervioso.
4. No permitirte sentir (o juzgar lo que sientes)
Las emociones reprimidas o ignoradas no desaparecen; se quedan en el cuerpo, acumulando tensión, activando respuestas de alarma y contribuyendo a estados de ansiedad o disociación. La cultura nos ha enseñado a “ser fuertes”, lo que muchas veces se traduce en no sentir o en juzgar lo que sentimos.
Reprimir emociones es como pisar el acelerador con el freno de mano puesto. El sistema nervioso se confunde y se desregula.
¿Qué hacer?
Permítete sentir sin juicio. Da espacio a la tristeza, al enojo, al miedo. Puedes escribir lo que sientes, hablarlo con alguien de confianza o con tu terapeuta. Sentir es el primer paso hacia la regulación.
5. Relacionarte desde el miedo o la desconfianza
Tus relaciones humanas son un reflejo directo de la salud de tu sistema nervioso. Cuando vives a la defensiva, en alerta constante, esperando ser herido o rechazado, activas tu sistema de amenaza. Eso, a largo plazo, desgasta.
Vivir desde vínculos inseguros o desconectados (ya sea por trauma relacional, heridas de infancia o experiencias pasadas) puede mantener tu sistema nervioso en modo de hipervigilancia.
¿Qué hacer?
Practica relaciones seguras. Busca espacios donde puedas ser tú mismo, con vulnerabilidad y autenticidad. Terapia somática, respiración relacional y comunicación consciente pueden ayudarte a construir vínculos reguladores.
6. Saturarte de estímulos sin darte tregua
Vivimos en un mundo híperconectado: redes sociales, notificaciones, ruido urbano, pantallas por todas partes. El sistema nervioso no está preparado para procesar tal volumen de información de manera constante.
Este tipo de estimulación continua sobrecarga tu sistema nervioso, lo que puede generar fatiga mental, dificultad para concentrarte y estados de colapso emocional.
¿Qué hacer?
Introduce momentos de silencio digital. Baja el brillo, sal al aire libre, desconéctate un rato cada día. Recupera tu capacidad de estar contigo mismo sin distracciones externas.
7. No moverte (o moverte desde la exigencia)
El cuerpo necesita moverse para liberar tensiones, metabolizar emociones y mantener el sistema nervioso regulado. Pero aquí hay un matiz importante: no se trata de moverse desde la autoexigencia o el castigo, sino desde el placer y la conciencia corporal.
El sedentarismo genera estancamiento físico y emocional, pero movernos solo para “castigar” al cuerpo también es una forma de maltrato interno.
¿Qué hacer?
Encuentra formas de movimiento que te conecten contigo: caminar en la naturaleza, danzar, estirarte, practicar yoga, moverte al ritmo de tu respiración. No se trata de rendir, se trata de liberar.
¿Y entonces… cómo sanamos el sistema nervioso?
La buena noticia es que el sistema nervioso es plástico, adaptable, regenerativo. Lo que ha sido desregulado, puede volver al equilibrio. La clave está en tomar conciencia de las prácticas que te alejan de ti y en cultivar hábitos que te devuelvan al cuerpo, al presente y a tu verdad emocional.
Algunas prácticas reparadoras:
Respiración diafragmática o consciente (varias veces al día)
Baños de naturaleza
Toque afectivo y autorregulación con el cuerpo
Terapias somáticas (como el EMDR, SE o IFS)
Momentos de pausa y contemplación
Meditación sin expectativas
Escucha corporal cotidiana
Ritualizar el descanso
Decir “no” a lo que desregula
Conclusión: No estás roto, estás desregulado
Muchas personas creen que tienen “algo malo”, que son demasiado sensibles, inestables o ansiosas. Pero lo cierto es que en la mayoría de los casos, lo que ocurre es que están desreguladas, no rotas.
Entender cómo dinamitas tu sistema nervioso sin darte cuenta es el primer paso para empezar a reparar desde el amor, la consciencia y la integración. Desde la psicología integrativa te invitamos a escuchar a tu cuerpo, darle espacio a tu emoción y volver, poco a poco, a casa: tu sistema nervioso en equilibrio.